Serena Sáenz, soprano: “Creo que es ante los grandes retos cuando rindo mejor”
Si alguna carrera merece el calificativo de meteórica es, sin duda, la de Serena Sáenz. Con apenas 26 años la soprano barcelonesa ha encadenado debuts en teatros como la Staatsoper de Berlín y el Gran Teatre del Liceu con roles tan destacados como Pamina o Lucia di Lammermoor, cosechando grandes éxitos. Actualmente está vinculada al ensemble del teatro berlinés, en el cual ha trabajado con batutas como las de Daniel Barenboim o Simon Rattle. En octubre se alzó con el primer premio del Concurso Montserrat Caballé y este mes vuelve al Liceu con La dama de picas de Chaikovsky.
En diciembre interpreté a Clorinda de La Cenerentola en Montpellier en una producción muy divertida que me permitió algo que me encanta: hacer locuras en el escenario. Andar en puntas, colgarme de un arnés o, como en esta ocasión, no llevar zapatos, sino patines. Lo que me apasiona es pisar escenario. De pequeña mi sueño era ser bailarina. Estudié danza paralelamente al canto, pero tras cinco horas bailando llegaba agotada al conservatorio. A los 18 años tuve que decidir y opté por el canto.
Empecé en coros infantiles y luego estudié en el Conservatori del Liceu. Pero el paso definitivo fue cuando fui de Erasmus a Berlín, para estudiar en la Hochschule für Musik Hanns Eisler. Quedé impresionada por la ciudad, su oferta musical y el altísimo nivel de la escuela. Sentí que estaba en el sitio adecuado y me quedé.
Hice la prueba preliminar para el Concurso Viñas en Berlín cuando aún estaba estudiando. Me escuchó el director de casting de la Berliner Staatsoper y me ofreció hacer otra audición esa misma tarde para entrar en el Opernstudio. En esa prueba tuve el primer contacto con Daniel Barenboim. Recuerdo que canté la Gavotte de Manon, pero me cortó a la mitad. Creí que me daría las gracias y adiós, pero me felicitó y me dijo que estaba encantado de tenerme en el Opernstudio. Lo primero que hice con él fue el Pájaro del bosque de Siegfried.
En la Opernstudio de Berlín aprendí qué significa ser cantante profesional. En un conservatorio todo es teórico, no pisas escenario, no aprendes lo que es cantar con una orquesta ni la presión de un primer ensayo. O a tener a un Barenboim delante indicando y corrigiéndote. Han sido tres años maravillosos que me han dado la confianza para creer que puedo hacer un buen trabajo. Además, me han regalado grandes oportunidades, como debutar Pamina a los 23 años.
Estaré eternamente agradecida por la oportunidad que me brindó el Liceu de debutar Lucia di Lammermoor. Nadine Sierra me envió un mensaje un par de horas antes de la función para que estuviese preparada por si acaso. ¡Recuerdo que estaba haciéndome la manicura! Pero, como siempre, me había preparado como si tuviese que cantar esa noche. Fui al teatro y mientras me maquillaban aun no estaba confirmado que cantase. Hicimos un ensayo de cinco minutos con el director y Alfredo Daza, pero con Javier Camarena me vi directamente en el escenario. Salí algo nerviosa, pero empecé a disfrutar y la reacción del público me animó. La escena de la locura se me hizo corta. Me identifico mucho con esa escena, ¡quizás debería consultar eso con un psicoanalista! Fue una noche muy emocionante, pero hasta días después no fui consciente de lo que había pasado.
Mi carrera hasta ahora se ha desarrollado sobre la base de jumpings, oportunidades que han llegado inesperadamente. Cuando esto sucede entro en lo que yo llamo modo robot. Ha llegado esta oportunidad, ¡pues adelante! No hay espacio para la duda. De hecho, creo que ante estos grandes retos es cuando rindo mejor. No me da tiempo a ponerme nerviosa. Mas que sentir una presión especial, veo lo que me ha pasado como una sucesión de cosas maravillosas que no tenía previsto que sucediesen tan pronto. Pero me siento cómoda y me estimula para esforzarme más. ÓA